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El dolor y el ejercicio

El dolor y el ejercicio. Dolor…el dolor es el causante de muchos trastornos que nos dificultan la vida, tanto física como psicológicamente. ¿Qué es el dolor? Seguramente hay tantas respuestas como personas con dolor, pero podemos decir que el dolor es, según Melzack y Cassey: «experiencia perceptiva tridimensional con una vertiente sensorial (discriminativa), una vertiente afectiva (motivacional) y una vertiente cognitiva (evaluativa)».

Para la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor: «una experiencia sensorial y emocional, desagradable con daño tisular actual o potencial o descrito en términos de dicho daño».  Incluye una nota complementaria que dice que «el dolor es siempre subjetivo. Cada individuo aprende a aplicar la palabra a través de las experiencias tempranas de su vida». El dolor es una experiencia individual, una sensación, evoca una emoción y ésta es desagradable.  Habitualmente existe un estímulo nocivo que produce daño tisular o eventualmente lo produciría de mantenerse.

El dolor se produce cuando llegan a distintas áreas corticales  del SNC un número de estímulos suficientes a través de un sistema aferente normalmente inactivo, produciéndose una respuesta con varios componentes:

  • Componente sensorial-discriminativo: referencia a cualidades sensoriales del dolor como localización, calidad, intensidad y características temporo-espaciales.
  • Componente cognitivo-evaluativo: analiza e interpreta el dolor en función de lo que se está sintiendo y lo que puede ocurrir
  • Componente afectivo-emocional: la sensación dolorosa se acompaña de ansiedad, depresión, temor, angustia, etc. Respuesta en relación a experiencias dolorosas previas, personalidad del individuo y factores socio- culturales.

dolor-ejercicio1La función fisiológica del dolor es señalar al sistema nervioso que una zona del organismo está expuesta a una situación que puede provocar una lesión. Esta señal de alarma desencadena una serie de mecanismos cuyo objetivo es evitar o limitar los daños y hacer frente al estrés. Para ello, el organismo dispone de los siguientes elementos: Detectores de la señal nociva, mecanismos ultrarrápidos de protección (reflejos), mecanismos de alerta general (estrés), mecanismos de localización consciente e inconsciente de la lesión, a nivel del cerebro, mecanismos comportamentales para hacer frente a la agresión y mecanismos de analgesia endógenos

La participación tanto de fenómenos psicológicos (subjetivos) como físicos o biológicos (objetivos) en el dolor varía según el tipo de dolor y el individuo que lo manifiesta. Existen muchos estudios que tratan de establecer dicha interrelación y explicar la vivencia dolorosa.

Como ya he comentado esta vivencia dolorosa es totalmente subjetiva, por lo cual ante un mismo estimulo nocivo cada persona tendrá una reacción que afectará de una manera u otra el transcurso de su lesión o enfermedad. Mucha más importancia tiene esto en el caso del dolor crónico.

Normalmente tenemos la experiencia de que el dolor es pasajero y controlable; pero cuando aparece un dolor resistente, que no se pasa, nuestra concepción del mundo se tambalea. Surge entonces la necesidad de construir una nueva en la que tenga sentido la existencia de un dolor que no se puede evitar y en la que podamos dar cabida a:

  • Sensaciones corporales incontrolables.
  • Limitaciones en la capacidad corporal.
  • Pérdida de contacto social.
  • Problemas laborales que pueden incluir incertidumbre económica, etc.

La manera que tenemos de enfrentarnos al dolor viene determinada por varios factores, ya sean psicológicos, conductuales o sociales.

Uno de los factores que nos hace percibir el dolor de forma diferente es el umbral del dolor. Entre los factores que disminuyen el umbral del dolor (es decir, sentirlo antes o más intensamente) están la introversión, la incomodidad, el aislamiento, la tristeza, la angustia, el abandono social, el cansancio… En cambio existen situaciones que nos permiten aumentar el umbral del dolor: el reposo, las acciones de ocio o diversión, la comunicación, las actitudes de colaboración o la actividad física que permita cada caso.

Cuando tenemos dolor una de las primeras cosas que suprimimos es la actividad física. Esto viene dado por una antigua pauta del médico ante el dolor, sobretodo musculoesquelético: reposo. Actualmente esta situación es cada vez más infrecuente, ya que se ha demostrado que resulta contraproducente. Es evidente que durante una primera etapa de dolor agudo, nos podemos sentir muy molestos e incapacitados para cualquier tipo de movimento, además de tener una importante sensación de miedo. Este miedo va desapareciendo junto con el dolor intenso, aunque en algunos casos desaparezca de forma tardía o incluso no lo haga.  La voluntad de mejorar y recuperar una vida normal es lo que nos tiene que llevar a iniciar de nuevo nuestra actividad física, siempre que sea posible retormarla. Es posible que no sea el caso y deba hacerse de forma gradual o cambiando el tipo de ejercico a otro más controlado y consciente. De cualquier forma es recomendable hacerlo siempre de la mano de profesonales cualificados, para poder evolucionar progresivamente y que no se produzca una nueva crisis. En ocasiones podemos sufrir una recaida dolorosa; pero esto no debe ser un motivo para abandonar la actividad, debemos dar tiempo a nuestro cuerpo para recuperarse o cambiar aspectos del ejercicio que no nos resultan del todo beneficiosos.

El Método Pilates resulta una actividad idónea para recuperarnos de lesiones musculoesqueléticas. Lo podemos usar tanto para hacer una rehabilitación global y posteriormente retomar nuestra práctica deportiva habitual, o como un método preventivo que nos permite mantener una buena forma física a la vez que nuestro dolor se queda controlado.

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