Nos suele ocurrir que al cruzarnos con una persona, que por alguna razón, genera en nosotros una cierta admiración, de forma natural buscamos la manera de emularlo/a. Inconscientemente (o consciente) buscamos la manera de parecernos. Ya sea el modelo que lleva o el look de su peinado, el físico, sus modos, la forma de mirar, el coche que conduce, el móvil que lleva… son los llamados modelos o líderes culturales y sociales que pueden ser televisivos o de Hollywood, nuestro vecino/a o compañero de oficina, el jefe, la profesora de la universidad, el profesor de zumba, Pilates o Yoga.
Sin embargo lo importante es en qué nos fijamos, que es lo que nos llama la atención. Ahí tenemos que aprender a diferenciar entre lo superfluo, material o cambiante y lo que es propio del ser huamano.
Empieza a observar como nuestra «felicidad» se basa en la adquisición de bienes o modas temporales. Muchas son las búsquedas del ser humano, sin embargo hay dos que son comunes en cualquier rincón del mundo: «Arta y Kama», seguridad y deseo. Perdiendo la noción de lo necesario y de quien soy, la gente consigue un momento de «felicidad» cuando obtiene el objeto externo que desea. Al ser momentáneo, esto nos conduce a un nuevo deseo para zacear otro momento de «felicidad», llevando así a un círculo interminable. Paralelamente planteamos toda nuestra inteligencia en como sentirnos «seguros». Y el noventa y nueve por ciento se transmite en bienes que caducan, en mayor o menor medida tienen fecha de vencimiento, por tal motivo nos pasamos toda nuestra vida en como atesorar lo que por «ley» no se puede.
Comienza entonces a modificar la direccion de tu mirada. Enfoca más hacia adentro que hacia afuera. Y el primer paso es ahora, anímate a vivir en los valores, en la ética y moral (palabras en desuso), en el Dharma: respeto, gratitud, dación, honestidad, tolerancia, sinceridad…hacer lo correcto, pero no cuando me conviene para exigirlo a los demás, en todo momento y en toda circunstancia. Busca instantes de quietud para volver a conectar contigo. Eleva la consciencia, indaga entre lo que es real e irreal. Acepta cada situación como lo que es y no como te gustaría que fuese. El «bogi», el disfrutador, modifica al mundo para adquirir felicidad, el yogui modifica su mente.
Vuelve a sonreír con lo simple!!! Disfruta de una flor, de un paisaje, de una melodía, de un gesto…
Por eso, cuando veas que levanto mucho una pierna, contorsiono mi cuerpo o realizo el saludo al sol, «yo no soy más yogui que tú», quizás solo tengo, más control sobre mi cuerpo.
Hugo L’Abbate
Director del Estudio Pilates Palma
